La primera novela del periodista Jorge Zepeda es un thriller donde el asesinato de una actriz cimbra el regreso del PRI a los Los Pinos; es diciembre de 2013. El libro sale a la venta en todo el mundo en español y lo hará en Italia el próximo año
GUADALAJARA, JALISCO (22/SEP/2013).-Pamela, la amante de lujo de toda la clase política nacional, y en los últimos años del hombre más poderoso del régimen, es asesinada de manera salvaje. Sus secretos son una bomba. Sobre este hecho, el periodista Jorge Zepeda Patterson (Mazatlán, 1952) construye la trama de su primera novela, Los corruptores, que acaba de salir a la venta en México y que lo hará por todo lo alto en el mundo en español, Brasil, además de tener asegurada una edición italiana el próximo año.
Dos décadas de ejercicio periodístico y la vida leyendo literatura llevaron a Zepeda Patterson a crear una historia llena de realidades que sólo por medio de la ficción pueden ser contadas sin correr demasiados peligros. La trama sucede entre noviembre y diciembre de este 2013.
Él pone a Los corruptores (Planeta) en la línea de Morir en el Golfo y La guerra de Galio, de Héctor Aguilar Camín y asegura que la saga Millennium, del best-seller sueco Stieg Larsson, le dio la certeza de que la “visión de horizonte” de los periodistas tiene mucho que aportar a la novela realista de nuestros días.
Y puede que no se equivoque sobre lo que ha logrado con esta primera entrega de lo que será una saga. El fundador del casi mítico diario Siglo 21, en Guadalajara, ex director de El Universal, autor de varios libros sobre la realidad política del país, columnista en diversos medios y actualmente cabeza del proyecto periodístico SinEmbargo.mx, en internet, se ha revelado con una pluma que narra limpiamente una historia que mantiene al lector al borde del sillón.
Con la espectacular Pamela; los Azules, un grupo de cuatro amigos de toda la vida integrado por Tomás, el periodista; Amelia, la presidenta del PRD; Jaime, el funcionario de seguridad nacional, y Mario; además de Salazar, el dinosáurico y cínico secretario de Gobernación —símbolo del regreso del PRI a la presidencia de México—, Zepeda pinta un fresco muy real de la política mexicana. Ahí da cuenta de la corrupción campante, la infiltración del crimen organizado en todas las esferas de la vida pública, pero también hay un statement sobre la amistad, la lealtad, y hay sexo, por supuesto. Es una novela de carne y hueso.
—¿De qué manera influyó “Los corruptores” en la manera en que ahora ve la literatura y el periodismo?
—No sé en otros casos, pero cuando estaba leyendo a (Stieg) Larsson, el autor de la trilogía Millennium, me hizo pensar que los periodistas y nuestra visión de horizonte, de visibilidad, tenemos mucho que decir a la novela realista. De ahí empecé a preguntarme cómo sería una novela sobre la realidad política y periodística actual del país. Mi autoexigencia fue cómo hacer una novela donde el lector se apasione con la historia y que tuviera una visión de la escena pública.
Los corruptores está ambientada en diciembre de 2013, de tal manera que el lector la lea como en tiempo real. Es decir, la leerá mientras los hechos de la novela están sucediendo. Pero más que otra cosa, mi intención era hacer una reflexión de fondo sobre el regreso del PRI y a un año de haberse instalado en Los Pinos.
—¿En qué momento decidió que la literatura también es su campo de acción?
No es un salto tan fácil, sin embargo debo decir que en mi acechaba un novelista toda la vida, porque he sido un lector voraz y patológico de literatura. Tuvieron que pasar tantos años de estar haciendo libros de no ficción para atreverme a hacer esta aventura. Al terminar la novela, darla a leer a amigos y luego a editores de distintas zonas geográficas, me encontré con el hecho muy gratificante de que había gustado y entusiasmado.
—¿”Los corruptores” es un retrato desesperanzador del México actual y su esfera política?
—Quiero pensar que es un retrato descarnado y que tiene muchos de estos elementos tan cuestionables, pero que al mismo tiempo lo que vemos son estas hormiguitas, estos actores sociales, políticos, periodísticos, gente común y corriente, que tienen la esperanza de un país mejor. Cada quien lo intenta a su manera, a veces descomponiendo las cosas, pero sobre todo intento recuperar el motor, el impulso de tratar de provocar algo. A veces simplemente como un disfraz para sus agendas ocultas, pero siempre auto justificándose o planteándose la posibilidad de hacer caminar al país, o su realidad inmediata.
Yo creo que si bien es un novela crepuscular en muchos sentidos, no es una novela depresiva ni mucho menos, incluso la manera en que los cuatro Azules, los cuatro amigos, que son el eje de los acontecimientos, el leit motiv de cada uno de ellos tiene mucho que ver con una visión esperanzadora, pese a todo. Incluso por parte de Tomás, que se ha convertido en un periodista en el que a veces el cinismo, las inercias, el no creer ya, se le ha instalado, el detonante hace que otra vez surja la posibilidad de creer.
—¿Cómo lleva en lo personal el proceso de la novela, sale en todo el mundo en español, se acaba de vender para Italia, nada mal para ser la primera, no?
—Ha sido lo más gratificante. Yo tenía expectativas de que había razones para que funcionara en México; hace buen rato que no aparece una novela con un tratamiento de la clase política, desde una historia de suspenso, quizás desde Morir en el Golfo o La guerra de Galio, de Héctor Aguilar Camín. Ha habido muchas novelas del narco, pero este es un fresco de la vida política, urbana mexicana. La gran sorpresa, y lo más halagador para mi es que los editores extranjeros que la han leído en España, en Argentina, ahora en Italia, encontraron que tenía las hechuras para atraer la atención de un lector no mexicano.
Supongo que el tratamiento de la corrupción de la clase política es universal. La corrupción es arquetípica.
—¿Cuáles son tres escenas de la novela que parecen de ficción, pero que son reales?
—Varios de los relatos políticos lo son. Por ejemplo, la descripción de un secretario particular del dueño de un periódico, no tiene nada de añadido. Es absolutamente caricaturesco, pero existe realmente y con un poder inmenso. Como digo ahí, en buena medida, la operación del poder en este país la llevan los secretarios particulares de los 50 más poderosos. Son los que levantan el teléfono y hacen que una aduana permita el paso de algo; modifican el comportamiento de un diputado o contratan a Maná para una fiesta privada.
Hay un momento que aparece un gobernador de Veracruz; yo cambié la Entidad federativa pero la anécdota, la corrupción, la manera en que se embolsa el dinero y luego compra el hecho de no ser castigado, es fidedigna.
Yo diría que la mayor parte de las infamias políticas son verdaderas, simplemente cambiadas para no ser objeto de alguna denuncia. Son temas que me venía guardando desde hace mucho tiempo porque no eran publicables por la imposibilidad de documentarlos.
—Se considera un romántico del periodismo como podría ser Tomás o ¿cuándo fue que la “realpolitik” le mostró su cara más dura y dejó de serlo?
—Creo que están las dos cosas. La realpolitik, en efecto, es brutal y sí considero que la esencia del periodismo sigue siendo vigente, nunca más que ahora con esta sobre abundancia de información que existe ahora en el mundo. La tarea de curadores, que somos los profesionales del periodismo, se hace imprescindible. Por qué, porque opera con códigos profesionales de contrastamiento, de saber qué es rumor y qué es real; y que es capaz de, en ese caos de información, de convertirse en una especie de bróker que le pueda decir al lector: estas 50 notas son las fundamentales para tu realidad, al margen de que tienes acceso a otras dos mil. En ese sentido yo sigo siendo un romántico de esos.
—Hace en la novela al menos un par de “homenajes” a periodistas que conoció en Guadalajara, como Alejandra Xanic (hoy Premio Pulitzer), y a Jorge Zamora, reportero de nota roja y a su hija, que lo acompañaba a tomar fotos de accidentes. Integra anécdotas de ellos a sus personajes…
—Recreo este entusiasmo de Xanic al no creerse lo que le dicen sobre que el colector de Guadalajara no va a explotar aquél 22 de abril y sale a reportear. Una reportera maravillosa de Siglo 21, que revela parte de las verdaderas razones de las explosiones. Y el otro personaje que no tiene desperdicio fue Jorge Zamora, que aunque se le dificultaba la escritura era uno de los mejores investigadores que me he encontrado. Era tal su afán de adelantarse a los hechos que vivía literalmente en las oficinas de la Cruz Roja, llegaba antes que la Policía al lugar de los hechos. Su archivo fotográfico era tanto o mejor que el de la Policía. Y además, se hacía acompañar de su hija para ayudarle a tomar las fotos y con el acomodo de los cadáveres. En la novela le pongo más edad, porque pensé que si ponía cinco o seis años de edad, como en efecto sucedía, nadie me lo iba a creer.
—¿Habrá que aprender a vivir con el narco, como lo retrata en la novela?
—Es evidente que el crimen organizado, que trasciende al narco estrictamente, llegó para quedarse. En muchas ciudades, en Cancún, casi todo el Norte, las extorsiones, el secuestro, las amenazas, forman parte de la vida cotidiana, muchas veces ya alejado de la operación de narcotráfico. Antes nos consolábamos, en los noventa en Guadalajara, por ejemplo, que en la medida en que uno no se involucrara con temas de drogas la vida podía transcurrir. Hoy ya no es posible. El crimen organizado se ha extendido a muchas esferas de la vida cotidiana.
PERFIL
El periodista, hoy narrador
Jorge Zepeda Patterson nació en Mazatlán en 1952. Es economista por la Universidad de Guadalajara, Maestro en Ciencias Sociales por Flacso, UNESCO. Hizo estudios de doctorado en ciencias políticas en la Sorbona, de París. Formado periodísticamente en el diario “El País”, de Madrid, fundó y dirigió el periódico “Siglo 21”, de Guadalajara en 1991. En 1997 fundó y dirigió el periódico “Público”, aquí mismo. De 2008 a 2010 fue director del periódico “El Universal” en la Ciudad de México. Fundó y dirigió la revista semanal “Día Siete”, suplemento dominical de una veintena de diarios en el país. En 1999 recibió el Premio Maria Moors Cabot, de la Universidad de Columbia, EU. Es autor de varios libros de análisis político. Su columna dominical se publica en 15 diarios. Dirige el sitio de noticias “SinEmbargo.mx”.