El periodista como asesor político

Periodistas en Acción

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El periodista como asesor político

EL PERIODISTA PROFESIONAL ES EL ASESOR POLÍTICO POR EXCELENCIA
Por Alvaro López

Un periodista que está empapado de las circunstancias de la sociedad, que sabe que le duele o que experimenta la comunidad, es un excelente termómetro para ser tomado en cuenta por parte de los gobernantes de esa misma entidad… Por tal motivo, todas las notas que emanan son reportes vivos que deberían de estar tomados en cuenta…. en la realidad son solo voces, columnas y gritos al vacío…

Un asesor político es un asesor, experto en un campo determinado, ya sea la comunicación, la estrategia política, el marketing, discursos, etcétera, y pone en práctica sus conocimientos para asesorar a un político.

Debido a que un político no puede ser un especialista en todas las materias necesarias para su cargo, necesita de expertos que le guíen….

Un periodista o varios periodistas que conforman «Mesas de redacción» o «Plataforma de análisis» en diversos temas son un contrapeso importante a ser considerado… de ahí el nombre de «Cuarto poder» que se le concede a los Medios de Comunicación… al CONTRA poder como define alguna vez Diego Petersen en sus conferencias sobre temas de Prensa y Política.

Muchos de estos personajes si han sido escuchados en múltiples formas, pero en políticas públicas sus análisis, críticas y propuestas son por completo ignorados… la realidad nos muestra que dichas visiones sociales van en contra de las acciones individuales de personajes de gobierno que se sirven de su posición, comprando en ocasiones las conciencias de los comunicadores…

En México, Los periodistas que se vinculan a un buen medio de comunicación, al correr del tiempo son voces que pudieran marcar liderazgos de opinión… como son los personajes Carmen Aristegui, Pedro Ferriz De Con, Joaquín López Dóriga, Javier Alatorre, Carlos Marín etc.

Muchos de ellos son parte del sistema o del establishment del gobierno, están de alguna forma viculados a presupuestos publicitarios que los hace dejar el periodismo para convertirse en publirreporteros (Mezcla de publicidad con editorial).

Aquellos que por su conciencia son voces sociales incansables, son depurados de las plataformas de comunicación reduciendo sus audiencias a mínimos grupos no identificados…

Otros simplemente son asesinados o eliminados del camino de múltiples formas (extorsión y chantajes). México cuenta con excelentes analistas y portadores del sentir social cotidiano en cada uno de sus rincones… todos con una columna importante de prensa o radio de su comunidad… solo que de ahí no pasan a ningún lado…

Un buen periodista es un excelente asesor político… casi siempre. Un buen crítico de acciones de gobierno es aquel que además de ser ciudadano informado, va más allá de los hechos, procura saber y documentarse más del tema, ahí es donde puede ser parte de un sensor social digno de ser tomado en cuenta por la administración…

Todo esto lo sabemos, solo lo escribimos porque es una realidad obsoleta para quienes conforman las plataformas de gobierno… y la gravedad a la que hacemos énfasis es que está en todos los niveles de la sociedad donde el poder, en cualquier escala, se edifica sobre intereses particulares que perjudican entornos, comunidades, que aun en el marco de la legalidad, no están en las moralidades de la ética, del bien común, de la justicia igualitaria y de la condición humana misma…

Estos referentes hoy están siendo compartidos por la llana visión de personajes que dentro y fuera del periodismo, dentro y fuera del gobierno son estructurados conceptos con ausencia de ESCRÚPULOS…

Los Comunicadores

Los Comunicadores

Don Alejo… realidades de un México BRAVO

Don Alejo

Jaime Sánchez Susarrey
27 Nov. 10

La historia es conocida y ha sido ampliamente difundida. Alejo Garza Tamez fue asesinado la madrugada del 14 de noviembre por un comando de 30 sicarios en su rancho a 15 kilómetros de Ciudad Victoria, Tamaulipas. Un día antes, esos mismos delincuentes le habían dado un plazo de 24 horas para que abandonara su propiedad y se las entregara.

En respuesta, don Alejo, de 77 años, pidió a sus trabajadores no presentarse a trabajar al día siguiente y, viejo cazador, se atrincheró solo en su casa con sus armas. Cuando el convoy de sicarios se presentó, alrededor de las 4 de la madrugada, abrió fuego, eliminó a cuatro e hirió a otros dos.

Para ultimarlo, los sicarios utilizaron armas de alto poder y granadas. Ante la intensidad de la balacera, los presuntos zetas abandonaron el lugar por temor a que se presentaran las Fuerzas Armadas, como de hecho ocurrió cuando posteriormente se apersonaron elementos de la Marina.

La historia de don Alejo puede ser leída de muchas maneras. Se trata, sin duda, de un hombre cabal y muy valiente. Defendió su convicción y su propiedad hasta las últimas consecuencias. Seguramente porque sabía que si se doblegaba se convertiría en un muerto en vida. Y eso es algo mucho peor que perder la vida.

Pero plantea, también, una serie de preguntas. ¿Por qué no recurrió a las autoridades municipales y estatales para que lo protegieran? La respuesta la dio Genaro García Luna, Secretario de Seguridad Pública, al declarar que en varias ocasiones había denunciado amenazas y presiones pero nunca se le atendió.

Queda, sin embargo, una segunda pregunta: ¿por qué no pidió la protección de la Policía Federal o de las Fuerzas Armadas? La respuesta es sencilla. Porque era un ciudadano común y no tenía un canal de comunicación privilegiado. Y porque su solicitud hubiese sido procesada (ignorada) como tantas otras.

Con un agravante. La denuncia y la solicitud de protección equivalían a correr el riesgo de que los delincuentes fuesen informados y perdiera, con ello, la única ventaja real que tenía: el factor sorpresa. Por eso resulta admirable no sólo la valentía, sino la coherencia y sangre fría del personaje.

En las redes sociales, Twitter y Facebook, la historia de don Alejo ha tenido un gran impacto. Todos los comentarios son favorables y hay quien lo define como el único héroe del bicentenario. Y no es difícil entender por qué. Su historia encarna a la perfección el sentimiento de indefensión y rabia que sentimos la gran mayoría.

Indefensión, porque sabemos que el Estado es incapaz de garantizar nuestra seguridad personal. Rabia, por la impotencia frente a criminales que tienen enormes recursos e imponen su ley a sangre y fuego en la más completa impunidad. Quedan, entonces, sólo la certeza de que la buena suerte nos protege y la esperanza de no toparse nunca con el crimen organizado.

Sin embargo, el malestar social y las respuestas iracundas de la población empiezan a proliferar. El 20 de octubre pasado en Tetela del Volcán, Morelos, un grupo de ciudadanos detuvo y estuvo a punto de linchar a un grupo de secuestradores (cuatro hombres y una mujer) y al subdirector de la Policía Municipal por estar coludido.

Un mes antes, el 21 de septiembre en Ascensión, Chihuahua, otro grupo de ciudadanos indignados detuvo a una banda de seis secuestradores, que había levantado a la hija de un regidor. No sólo eso. Los ciudadanos exigieron y obtuvieron del Alcalde el despido de los 12 policías municipales y el entonces Gobernador, Reyes Baeza, reconoció que era necesario abrirle espacios a la inconformidad y participación ciudadana.

La historia de don Alejo y las movilizaciones en Ascensión y Tetela del Volcán tienen una misma matriz: la incapacidad del Estado para garantizar la paz y la seguridad de los ciudadanos. Frente a ese vacío de poder, que está infestado de corrupción y complicidad, la gente decidió asumir su propia defensa.

¿Es indeseable que así sea? En el mundo perfecto de la teoría y el derecho, sí. Lo mejor sería que el Estado asumiera responsable y eficazmente esas tareas. Pero como la realidad no es así, no se les puede pedir a los habitantes de Ascensión ni a los de Tetela del Volcán que sufran los delitos y los asesinatos poniendo la otra mejilla y rogando a Dios que un día el Estado cumpla sus obligaciones.

De hecho, no hay ningún elemento para suponer que en el mediano y largo plazos las cosas vayan a mejorar. Todo indica que seguirán empeorando. Con un agravante indignante, pero real. La clase política en su conjunto no parece mayormente preocupada por el problema.

El mejor ejemplo está en que mientras mantenían larguísimas discusiones para repartirse los 3 billones 430 mil millones de pesos del presupuesto 2011, la iniciativa presidencial para reformar los cuerpos policiacos bajo un mando único seguía y sigue entrampada.

Ante semejante desastre vale recordar que la Constitución de 1857 establece en su artículo 10: «Todo hombre tiene derecho a poseer y portar armas para su seguridad y legítima defensa». Más aún, se podría agregar hoy, cuando el Estado es incapaz de garantizar la paz y el orden.

La historia de don Alejo impone mucho más que una reflexión. Los ciudadanos tienen todo el derecho de organizarse para defenderse. Ellos son, en los municipios, barrios y pequeñas comunidades, quienes mejor pueden hacerlo. Sería más inteligente utilizar ese potencial que ignorarlo o, peor aún, intentar sofocarlo.

Basta imaginar qué hubiera pasado si don Alejo hubiese podido recurrir a vecinos y amigos para defender su rancho y su dignidad. No honraríamos hoy su memoria, sino celebraríamos su triunfo.

opinion@elnorte.com

JAIME SANCHEZ SUSARREY:

Licenciado en Sociología por la UNAM y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de París I. En 1988 ganó el concurso El futuro de la democracia en México organizado por la revista Vuelta. Conduce el programa de análisis político «En contexto» del canal 13. Ha publicado varios libros entre los que se encuentran La victoria, La transición incierta, El debate político e intelectual en México y Un proyecto irresponsable de nación.