Juárez por Luis Ernesto Salomón

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Luis Erneto SalomonSon estas palabras para enaltecer la memoria de un hombre universal, hecho a sí mismo, un mexicano que con su obra política ha trascendido su tiempo y su patria. Son homenaje civil al personaje nacido en 1806, en las áridas y montañosas tierras de la Antequera mexicana.

Siete años tenía Benito Pablo Juárez, cuando José María Morelos entró montado en su corcel a Oaxaca. Su estancia fue breve, pero provocó una leyenda rebelde que flotaba en aquellos valles, en Monte Albán, en Mitla y llegaba hasta el lago azul de Guelatao. Alguna de esas historias épicas de la independencia seguramente llegó a los oídos del niño huérfano.

Doce años contaba cuando tuvo su primer gesto con la lucha: al pasar frente a sí una partida en retirada de soldados insurgentes, que seguramente le evocaron la imagen de aquella grandiosa entrada de Morelos, el niño Benito Pablo decidió entregar una oveja a la tropa hambrienta, y la leyenda dice que al no poder explicar la falta del ganado a su tío y tutor, decidió fugarse de la casa de Guelatao y caminar a la ciudad de Oaxaca, para satisfacer su enorme deseo de aprender. En sus propios Apuntes, Juárez relata el dilema moral que, más allá de la leyenda, lo llevó a la decisión de marcharse: “Era cruel la lucha entre estos sentimientos y mi deseo de ir a otra sociedad, nueva y desconocida, para procurarme educación”.

Juárez fue desde niño un emigrante indígena que quería entender y vivir en el mundo occidental. Lo consiguió de tal forma que  trascendió no sólo la tradición zapoteca, sino que comprendió la importancia de la cultura náhuatl, se asimiló en el crisol mestizo y se convirtió, como decía Cicerón, en un ciudadano del mundo.

A los 12 años de edad de Juárez, quién llegó a la ciudad a buscar afanosamente a su hermana Josefa, que era cocinera en casa rica. Luego de mucho andar la encuentra y abraza, se envuelven los dos en llanto, en la mansión del genovés Antonio Maza, quien generosamente le ofreció trabajo de inmediato, en tanto encontraba casa en donde quedarse definitivamente. Esa residencia era frecuentada  por Antonio Salanueva, un convencido del bien hacer con la educación de los menores, quien lo protege e inscribe en la escuela. Su nuevo protector era terciario franciscano y encuadernador de libros, oficio que enseña al niño y con él llega la afición a la lectura de una lengua recién adquirida.

Para los indios, como él, el único camino para adquirir formación era la carrera eclesiástica que ya le era sugerida por su padrino, como ya lo había hecho antes con sus consejos su tío Bernardino. Si como reza la frase origen es destino,  su origen fue rebelde y su destino la lucha, pero siempre enmarcada en la ley y la justicia.

Trece años tenía cuando el Ejército trigarante entró a Oaxaca.  El espectáculo que miraban sus ojos le produjeron seguramente pasiones patrióticas, al grado que al pasar  la Bandera frente a él, decide dar un paso al frente y avanza hacia el símbolo patrio al que besa  en sus pliegues con la misma actitud que había aprendido al besar un crucifijo.

Quince años contaba cuando ingresó al seminario como externo zapoteca y ahí logró su propósito de estudiar la gramática en latín. Se distinguió  por su desempeño en las aulas en donde se ganó rápidamente el respeto de compañeros y profesores. Su padrino le impulsaba a que estudiara teología moral y abrazara la vocación sacerdotal, pero su deseo era otro, así que estudió casi furtivamente filosofía, artes y teología, pero en lugar de ordenarse obtuvo el título de bachiller.

Meses después se inscribía en el Instituto de Ciencias y Artes en contra de la opinión de su protector. Ahí adquiere el tono liberal en sus pronunciamientos, ahí abreva de las lecturas de los franceses Voltaire, Rousseau y Montesquieu, como de los norteamericanos Franklin, Jefferson, Adams y Penn, seguramente todos puestos con las bellas encuadernaciones ya sabidas. Ahí cultiva la luz de la ilustración, se adentra en las claves que orientan y dotan de equilibrio, según yorkinos y escoceses.

Ventisiete años tenía cuando vio culminada su formación de talante liberal adquirida en aquel Instituto, al obtener el 13 de enero de 1834 el ansiado título de abogado. El primero habilitado por los tribunales de Oaxaca.

Para entonces Juárez adquiría cierta fama pública, moderado es la palabra que quizá mejor le describe en esa etapa de su vida. Apenas recibido el título profesional es nombrado magistrado del Tribunal Superior de Justicia, pero el cargo dura poco, por la caída del gobierno de Valentín Gómez Farías y Juárez es expulsado de Oaxaca. El Partido Liberal que le había abierto las oportunidades estaba desorganizado ante el avance de los conservadores, por lo que decide actuar desde su bufete en acciones sociales, entre otros casos defiende a los indios del pueblo de Loricha, que se decían explotados por el cura, lo que le vale ir a la cárcel.

Treinta y siete años tenía cuando su vida personal se llena de plenitud amorosa en 1843 al contraer matrimonio con Margarita Maza, hija de aquel antiguo patrón quien le había recibido años antes. Los tiempos de vida matrimonial juntos los recuerda Juárez con enorme cariño, luego Margarita habría de luchar para poder encontrar al marido en medio de luchas, guerras, penurias e intrigas superadas por la gran compañera que siempre encontró la forma de llevarle  a los hijos a quienes juntos profesaron inmenso amor.  Aún después del dolor de la muerte filial.

Cuarenta y dos años contaba al ser nombrado gobernador de su Estado natal, mandato que culminó cuatro años más tarde cuando fue desterrado por el General Antonio López de Santana.

Cuarenta y siete años tenía al llegar en destierro a Nueva Orleans, luego de haber pasado una larga temporada en La Habana, Cuba.

A los 50 años regresa a ser gobernador de Oaxaca  y al año siguiente,  al expedirse la Constitución federal, es designado ministro de Gobernación y en diciembre del mismo año presidente de la Suprema Corte de Justicia. Perseguido luego del Plan de Tacubaya en Guanajuato asume la Presidencia de la República por ministerio de Ley.

A los 52 años, un 13 de marzo, aquí en Guadalajara, el presidente Juárez se enfrentó con los ojos a los cañones de las armas de un inminente fusilamiento impedido por la elocuencia y valentía de Guillermo Prieto quien vitoreó a Jalisco luego de gritar:  “Los valientes no asesinan”,  en un episodio épico.  Ahora hay que hacer resonar las palabras y repetirles a los criminales aquí y en todo México, con la fuerza del Estado con la misma frase:Los valientes no asesinan. Hay que poner la fuerza de la ley frente a los cañones de la impunidad.

Benito Juárez García se paseó por las calles de Guadalajara en momentos decisivos para nuestra Patria. En esta ciudad fue asediado por los enemigos, acosado por los traidores y protegido por los patriotas.  En sus calles avanzó su carruaje obscuro, que trasportó a un hombre que conoció profundamente la esencia del ser mexicano y se preguntó: “¿Por qué México, mi país, es tan extraño que está formado, a mitad y mitad, de una fuente inagotable de ternura y de un pozo profundo de bestialidad?” Ese sigue siendo nuestro México, quizá más moderno, pero igual de profundo.

Sesenta y seis años contaba cuando la muerte le sorprende en Palacio Nacional un 18 de julio de 1872.  Doscientos siete años han pasado y Juárez vive en Guadalajara.

Benito Juarez by SALOMON

En una consulta ciudadana que es patrocinada por HISTORY CHANNEL La sociedad va a emitir su voto, frente a una serie de personajes de la misma historia de México…

En 1837 Antonio López de Santa Ana, el antes flamante y joven Dictador mexicano regresa a su patria, pero a caído presa de la desgracia… Texas jamás volvería a ser parte de México y el ejercito estaba abatido y desmoralizado.  La derrota infligida por el ejercito de colonos estadounidenses había sido un duro golpe para el orgullo nacional. El ambicioso Santa Ana, culpado y condenado por sus compatriotas por la perdida de Texas. Espera una oportunidad para recuperar su nación y pronto llegaría el momento.

De Panzazo

Un documental mexicano se inserta en la lucha por el poder político. La cinta titulada De Panzazo que se entrena en estos días en las salas de cine de nuestro país, es un documento encaminado a crear conciencia sobre el rezago de la educación en México.
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Es una cinta que irrita, produce sentimientos que concluyen en culpar de la situación lamentable en el sector educativo a la líder del magisterio Elba Esther Gordillo. A tal grado, que uno de los asistentes al estreno privado de la película expresó: “sales con ganas de increparla y golpearla”. Es probable que a partir de la amplia difusión que se tiene planeada, se produzca un verdadero linchamiento mediático contra la maestra Gordillo. El evento tiene una gran importancia política porque se presenta en pleno proceso electoral, atacando a la autoridad de facto del Partido Nueva Alianza.
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Las reacciones de parte de esta formación política no se hacen esperar: su candidato a Presidente declaró que no puede haber ninguna cambio en la educación en México sin el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y sin la maestra Elba Esther. Uno de los protagonistas de la cinta, el periodista Carlos Loret de Mola, ya acusó al propio sindicato de iniciar una campaña de desprestigio contra la película, lo que augura mas expectación por verla. Sería ingenuo pensar que es una casualidad que coincida su producción y exhibición con los tiempos políticos. La cuestión es saber de dónde viene la iniciativa y qué efectos electorales pretende. Puede ser que las autoridades hayan fomentado la idea para que crear el ambiente en la opinión pública, proclive para dar un golpe espectacular que favorezca la imagen del Gobierno y su candidata.
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Es también probable que la intención sea crear el clima social para restarle poder electoral y atestar el golpe iniciando la nueva administración priista para inaugurar un cambio estratégico en la educación.
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Lo que es cierto es que el modelo de organización de la educación en México está agotado y con el, también el modelo sindical que supone un monopolio laboral. Pero lo más importante es que los verdaderos protagonistas de un cambio educativo, de un cambio sindical y de un relevo en el liderazgo de hecho, son los maestros. Por eso, es muy relevante ver cuál es la reacción de los docentes ante la película, porque la maestra Elba tiene el poder de control, pero carece de autoridad moral en la base del gremio. Todo indica que ha llegado la hora de un relevo, el tema es saber si el Gobierno federal, que es el patrón de 1.8 millones de trabajadores de educación está decidido a dar el paso; si lo hace por una visión de Estado o se trata de una treta electoral. Pero sobre todo, si los maestros están dispuestos a asumir el destino de su gremio.
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México necesita un cambio de fondo en la educación que deben hacerlo los mejores maestros, no los peores políticos.
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De panzazo

Domingo, 19 Febrero 2012 por Luis Ernesto Salomón

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